Acaricia mi ensueño el suave murmullo de tu suspirar…
Las..palabras..laten..cantan..acarician..mi
suave..suspirar o es mi ensueño.
¡Qué sueño! ¡Qué suave es
dormir! ¿Siempre es así de confortante?
Permanezco todavía con los
ojos cerrados, mi mente se niega a regresar, en ella siguen circulando ríos de
leche, nubes de algodón y mis pensamientos se abrazan al calor de las frazadas.
Tal vez es el murmullo el
que me hace abrir los ojos, o tal vez fue la sensación de sentirme observada.
El caso es que los abro, y me exhausta el color almohadoso de las paredes.
Pestañeo varias veces,
intentando recuperar el sentido, o la razón.
La ignorancia sobre todo lo
que me rodea funciona como un baldazo de agua fría. Y comienzo a centrar la
atención en ello.
Cuatro largas paredes se
extienden sobre mi con un peculiar color piel.
Se entremezcla una fragancia
a recuerdos mezclados, que me es imposible identificar, pero que sin embargo,
me producen la extraña sensación de deja vu.
Oigo como el murmullo
disminuye e inmediatamente el sueño da paso al desconcierto, seguidamente al
terror, que se transforma en sueño y nuevamente en confusión.
Pero, ¿Qué? ¿Dónde? ¿Cómo?
Cierro los ojos intentando
calmarme y entender lo que sucede.
Pero evidentemente no
funciona, aún con los ojos cerrados la imagen de la inmensa habitación continua
latente.
Siento mi corazón
acelerarse, y el calor que tan confortante me parecía hace un momento ahora me
resulta agobiante. Se me dificulta respirar y me incorporo. Descubro que
todavía estoy vestida con la ropa que usé ayer en el trabajo y que anoche,
demasiado cansada, demasiado holgazana me resistí a cambiar.
Siento los ojos empañados,
no se si es la humedad del lugar, pero cada vez se me dificulta más el ver.
Me esfuerzo en intentar recordar
más sobre anoche, pero lo único que llega hasta mi mente es el gato acostado a
un lado de la cama, mi espalda al ventilador y mi cara a la ventana, no hay más.
Eso es todo.
Me pregunto si algún ser
extraño habrá entrado por la ventana y me habrá llevado con él vaya a saber a
dónde.
El murmullo se intensifica y
me pongo en alerta. Agudizo el oído, y descubro que a lo que había llamado
“murmullo” no es más que el ronquido lejano de alguien, y una mezcla de voces
contando historias sinsentidos.
Nuevamente la sensación de
deja vu me embarga.
Y cuanta más atención le
dirijo a las voces que resuenan entre las cálidas paredes, más difusa se me
pone la vista, y más pesados me resultan
los brazos y de nuevo el sueño…
Algo hace click dentro de mi
mente, y recuerdo algo que me dijo alguien un día, “basta con mirarse los pies
para…”
Fijo la vista en ellos, o
dónde se supone que deberían estar, y largo una carcajada.
“basta con mirarse los pies
para saber si uno está soñando”
Vuelvo a mirar lo que me
rodea; así que este color tienen los sueños.
Y de repente todo se hace
más cálido y acaramelado.
En cierta manera, me
divierte la ironía de la actual situación. El sentirse despierto y dormido a la vez. Me
siento un niño en una dulcería, con el don de crear todo cuanto quiera, ya que
de todas maneras, es mi sueño, y es mi oportunidad de hacerlos asemejarse a la
realidad.
Sonrío, y mi mano se acerca
a la pared, y es que, nunca hasta ahora, ¡había tocado un sueño! Pienso en
cuanto podría explorarme a mi misma.
Y extiendo la mano y
acaricio el aire y la pared, que al tacto se torna fría, y al tacto deja de ser
aire, pared para ser sábana. Sábanas que rozan mis manos.
Y es tarde, lo sé. Me siento
volver. Y con ello, vuelven las responsabilidades, y la luz que filtra la
ventana que llega a mis ojos cerrados, me pone en alerta. Si son más de las 8
estoy llegando tarde a clase. Además tengo que imprimir unas hojas antes, y no
le avisé a Ludmila que me lleve las fotocopias.
Más tarde, en el colectivo
tal vez, recordaría haber soñado algo interesante. ¿Qué era? Bah. Ya fue.
En alguna radio, Gardel
sigue cantando:
Todo todo se olvida.