viernes

De pie ante la noche
suspiró y te escribo: 
Estimado pintor,
Hoy creo que se ha olvidado de colorear fragmentos
de cielo.
Hoy ha dejado que el color blanco de su lienzo
tome territorio con el azul con el que habitualmente lo cubre
Hoy dejó rincones sin pintar
que lucen un blanco tan cansado
Estimado pintor
A la noche de hoy le ha escondido la Luna
¿La ha cubierto tras algún árbol quizás?
¿La oculta de las miradas recelosas de las demás estrellas?
Estimado pintor
Puedo notar sus pequeñas lucecitas que deja encendidas
al caer el azul.
¿en algunas de ellas descansa mi respuesta?
Apreciable pintor
¿a quién le dedicó su obra hoy?
Querido pintor
¿podría prestarme su gran pincel?
me gustaría un poco de mar para colorear mis pies.
Adorable pintor
Tal vez le pida una porción de lienzo
para escribir mi mensaje hoy.


EXPLOSIÓN DE PENSAMIENTOS
Silencio. Silencio.
¡¡..!!
Cabezas que chocan. Desencadenan en explosiones de pensamientos.
¡cuidado! el río de sentimientos vertiendose sobre la alfombra.
Las cabezas gritan, los codos oyen el canto lastimero de los ojos cerrados.
La piel estirada sobre la mesa.
En oscuridad se percibe mejor. 
No. ¡No!
Cabezas que chocan. Luces filtradas por los oídos que se rompen en cristales. 
se rompen en cristales
¡crac!
la mente quebrada en sentimientos olvidados
¡crac!
la cadena se deshace.
¡crac!
es el efecto dominó que ahoga las palabras en una garganta que poco recuerda.
Explotan los pensamientos, se desprenden en hilos,
que se ovillan y se enredan en las cortinas de una habitación poco iluminada.
¡crac!
Silencio. Silencio.
La puerta se abre..
La hora en la que los relojes caen
Un anciano recostado sobre sus sueños. 
De frente al cielo. De espalda al piso.
Su suspiro se convierte en viento para mi.
Miro sus manos tan libro viejo, 
me detengo en su mirada, proyector de edad, 
me encuentro jugando entre sus arrugas, 
mis besos se resbalan y se sumergen entre sus huesos.
Oh hombre de la tercera edad acaricia mi blanco cabello
Oh compañero de vida, estira mis horas.
Me abrazo a tu paso y me sostengo en tus muecas.
Bailemos antes de que la noche caiga.
Escribamos nuestra historia sobre hojas secas.
El reloj cae.
Es la hora en la que el sueño abraza
Los recuerdos te mojan
Y tus ojos agonizan.

miércoles

¿A dónde van las arrugadas manos en días de lluvia?
El frío viento que se filtra por la ventana golpea las delgadas hojas del libro que sostengo en la mano. Empieza febrero, y llueve.
Motivada por el temporal me acerco a la puerta, y la abro.
Mis pies dan un primer paso hacia el charco de agua más próximo y se empapan de esta lluvia de verano que tan fresco nos pone el espíritu. Doy un segundo paso esta vez dirigido a la tierra, que ha pasado a convertirse de firme y estática a relajante crema que me envuelve y me trae calor.
Levanto la vista y me encuentro con la mirada atónita de Marta que me espía desde la ventana de su rosada casa. 
Alzo el brazo y le hago señas. Entre avergonzada e intrigada, Marta me abre su ventana para dirigirme un par de volátiles palabras:
-¿Qué estás haciendo?
Mi sonrisa le basta para dejar atrás su puerta, su estofado y sus zapatos.
Se acerca con paso tímido y sumerge su delgado pie en el barro. Un gritito se escapa de sus labios para convertirse luego en acogedora carcajada. Mi risa se suma a la de ella y entre chapoteadas y gotas llamamos la atención de varias cabecitas que comienzan a asomarse entre las cortinas, ventanas, y autos.
El siguiente en sumarse es Antonio, quien trae tres perfectos barquitos de papel y nos reta a empujarlos por el cordón de la vereda. A nuestra carrera pide acercarse Luisa que trae su sillita de plástico y se sienta atrás nuestro silbando. Sus silbidos atraen la atención de David que con armónica en mano nos toca una linda melodía.
Elena aparece con su paraguas y seguida de una irresistible fragancia que sale de sus manos. Nos trae dulces galletas para compartirlas bajo la lluvia. Con paso lento la rodeamos y abrazamos a nuestros estómagos que victoriosos reciben tan encantadora merienda.
De nuestras sonrisas sale luz que fundida en la lluvia forma coloridos arco iris en nuestros rostros.
 Las últimas gotas del temporal caen, y ya cansados nos despedimos para refugiarnos entre sábanas y lana. Lana que mañana nuestras arrugadas manos deberán convertir en coloridas bufandas. Sino nuestros aburridos hijos no nos dejarán salir a jugar para la próxima llovizna.